CARACTERISTICAS:
Se trata de un díptico, de 60 cm de base para cada una de las telas.
RESIGNIFICACION
DE LA OBRA
Fue durante el transcurso del año 2000, participando de una charla
a cargo del Dr. Jorge Bucay, cuando terminé de darle la puntada
final a esta obra que, para ese entonces, estaba ya plasmada en la tela.
La idea detrás
de este trabajo, tiene significancia, en mayor o menor medida, para todos
los que, en algún momento de nuestras vidas, hemos tenido que enfrentar
situaciones que traen aparejadas estos dos estados emocionales o al menos,
el primero de ellos, el dolor.
Relaciono
el dolor con el duelo, proceso éste de aceptación, relativo
en general a una pérdida.
En mi obra
está representado por una cicatriz que puedes apreciar en la tela
a tu izquierda.
Cuando por
accidente nos cortamos, los tejidos se abren. La carne queda expuesta.
Comenzamos a sangrar. Con cuidados adecuados esta sangre coagulará,
cerrándose finalmente la herida. La fiebre, si la hubo, cederá.
En el peor de los casos, quizá, debido a la importancia del corte,
precisemos la intervención puntual del mundo exterior. Un médico
aplicará sutura, ya que en ese momento nuestro cuerpo por sí
no estará en condiciones de cicatrizar solo. Está claro
que luego de esa ayuda externa, dependerá de los cuidados que nosotros
mismos le demos a esa lesión para que, finalmente, en un plazo
determinado, sane.
El resultado será entonces la cura, y de la mano de ella la cicatriz
que, obviamente, nos acompañará el resto de nuestras vidas.
Volviendo
a la obra, en la otra tela, a tu derecha, se presenta el sufrimiento.
La misma
herida está aquí presente con la diferencia que continúa
abierta. No la hemos cuidado o probablemente no hemos recurrido a la ayuda
externa que hubiese sido necesaria. Si algún síntoma de
cicatrización aparece, lo interrumpimos, no permitiendo que prospere.
Se infecta. Aparece entonces el pus. Nos enfermamos cada vez más
mientras los plazos se extienden. Vamos por la vida con esta carga a cuestas.
Nos deterioramos.
Esto es la
no-aceptación. A veces son las pautas culturales las que no ayudan
al proceso de cura. La sociedad, a través de sus patrones de conducta
que se encuentran programados en nuestras mentes, nos lleva a pensar que
es deseable que todo aquel que enfrente una pérdida enarbole la
bandera del eterno sufrimiento.
Después
de haber sufrido mucho en mi vida por una pérdida, yo digo: NO.
Existió
dolor, pero hoy preciso mi cuerpo sano, curado y sin infecciones para
poder disfrutar este hermoso camino que es la vida.
Dolor no
implica olvido, en la piel sana quedará la marca. Por siempre habrá
de acompañarme la cicatriz.
Dedicado
a mi hermano Carlos Alejandro, fallecido a los veintiún años
de edad, el día 21 de enero de 1985.
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